Inquietante y desconcertante, Hombre lobo no se parece en nada a los relatos que la precedieron en el cine.
El Hombre lobo de Universal, junto a Drácula y Frankenstein, pasaron a ser clásicos revisitados una y otra vez. Lo que hace ahora el director Leigh Whannell (que ya había hecho una nueva versión de El hombre invisible en 2020, que era bastante buena) es reinterpretar el monstruo desde el guion que coescribió con su esposa, Corbett Tuck.
Whannell, cuando hizo sus primeros palotes en el cine, fue guionista de James Wan en las primeras El juego del miedo y La noche del demonio. No había por qué desconfiar con este nuevo Hombre lobo, ahora más preocupado por cuidar a su familia -esposa e hijita- de lo que les pudiera pasar cuando él se convirtiera y comenzara a correr en cuatro patas.
Pero Hombre lobo comienza con una larga presentación en la que conocemos a Blake de niño, que vivía en el bosque muy contento, o no tanto, con su padre gritón y desconsiderado (Mark Tuello, de El cuento de la criada) cuando ven a un Hombre lobo. Allí surge la leyenda urbana de que en los bosques de Oregón un senderista se perdió, y mejor que siga perdido, porque es mejor perderlo que encontrarlo.
Con rostros conocidos
Pasan los años y Blake (Christopher Abbott, de las recientes Kraven, el cazador y Pobres criaturas) ya es padre de familia. Cuando se entera que su padre falleció, se sube a un camión de mudanzas y con él, a su esposa (Julia Garner, de Ozark) y su hijita Ginger (Mathilda Firth). Justo, pero justo las cosas no iban de la mejor manera en la pareja.
Pero vaya que van a tener que entenderse mejor cuando un hombre lobo los ataque en el camino, poco antes de llegar a la casa del padre, lo suficientemente cerca como para lograr refugiarse allí.
El problema es que lo que sigue lo hemos visto cientos de miles de veces. La cabaña solitaria, sin señal de celular, es de noche y la amenaza está allí, afuera.
Pero el protagonista no es tanto el Wolf Man que está ahí afuera, sino el que pronto se convertirá adentro.
Como Durmiendo con el enemigo, pero sin Julia Roberts.
Un filme «body horror», como «La sustancia»
La película transcurre casi enteramente en la casita en la que la luz se prende y apaga -explíquenme por qué se corta la última vez, cuando no hay nadie en el sótano- pero el asunto del encierro no es agobiante. Y no es porque no hayan tenido poco presupuesto (25 millones de dólares, aunque en Hollywood tampoco es tanto), pero los dólares lo deben haber puesto en los salarios y los efectos de las escenas de “body horror” (como La sustancia), las transformaciones.
Hay una vuelta de tuerca que descoloca, se juega con el espacio off (lo que no se ve), tal vez en demasía, y es cierto que por momentos inquieta, pero también que desconcierta. Es menos gótica y más despojada que la de 1941, con Claude Rains. En la de 1923, el hijo de una familia noble inglesa se convertía en hombre lobo cada vez que… bebía alcohol.
Pero ¿no era más espeluznante Un hombre lobo americano en Londres, de John Landis? Y, sí.
Y medio que se entiende por qué Hombre lobo recaudó modestos 12 millones de dólares en su arranque en cines en Norteamérica. ¿Es para recomendar? ¿Volvería a verla? Y… no.
“Hombre lobo”
Regular
Terror. Estados Unidos / Nueva Zelanda, 2025. Título original: “Wolf Man”. 103’, SAM 16. De: Leigh Whannell. Con: Julia Garner, Christopher Abbott, Matilda Firth, Sam Jaeger, Ben Prendergast, Zac Chandler. Salas: IMAX, Hoyts Dot y Unicenter, Cinemark Palermo, Cinépolis Recoleta y Pilar, Showcase Belgrano.