“Así como por un tiempo había sido de mal gusto admitir que uno no entendía a Einstein, ahora sí se sabía ‘a ciencia cierta’ que su teoría resultaba ininteligible para el común de los mortales. Lo que entonces quedaba mal, por falso o arrogante, era argüir que se la comprendía” postula Ariel Magnus (Buenos Aires 1975) en las primeras páginas de Einstein en un quilombo, novela cuyo detonante es un hecho cierto: la llegada al puerto de Buenos Aires del vapor Cap Polonio trayendo al Premio Nobel de Física del momento.
En la Argentina agroganadera pero todavía positivista de 1925, Albert Einstein, invitado por la Universidad de Buenos Aires, cumple una gira poco glamorosa que estas páginas salpican con fulgor creativo. Es recibido por el Presidente, pasea con Leopoldo Lugones, conoce a la escritora feminista Elsa Jerusalem (un hallazgo que Magnus desempolva) y da una docena de conferencias. Hasta allí, los hechos verificables. Después, en su apuesta literaria, el pacto de lectura de la novela apela a la imprevisibilidad: lo que ocurrió fluye entremezclado con lo que pudo haber ocurrido.
La verdad en concubinato con la invención conjugan la verosimilitud de Einstein en un quilombo. Prostitutas, cadáveres y unos apócrifos inspectores reconocibles completan el elenco donde hasta el mítico Hercule Poirot se aparece, “escapado” de su creadora: “Si Agatha Christie decidió no hablar de ese viaje fue porque sabía que no había lugar al que fuera Poirot en el que no resolviera algún crimen y no quería dejar en evidencia que ella no lo conocía ni podía referirlo (…) No toleraba que su personaje llevara una vida aparte”. Señala por su parte la contratapa (luminosamente escrita en este caso): “Él, que descubrió la relatividad, de golpe es sometido a la imprecisión” para rendir cuenta de su protagonista frente a algo muy local que aporta máxima argentinidad al relato.
Cada tanto, el autor mira a cámara; gotea autorreferencias aquí y allá: “Esta novela, basada en hechos relativamente reales (…) Esta novela relativamente de guerra (…) Esta novela relativamente policial (…) Nuestra novela relativamente universalista (…) Esta novela relativamente de época (…) Esta novela relativamente de aprendizaje(…)” se autodefine entre otras variadas opciones a tono con la mistura y relatividad que convoca el apellido del científico en su título. Un tramo ayuda al encuadre para definir la novela cuando Einstein recién llegado, ojea la ciudad desde un automóvil: “Volvió a evadirse, esta vez mediante las imágenes que la ventanilla le transmitía como un televisor, como estamos autorizados a decir (…) en esta novela relativamente experimental”.
Einstein en un quilombo
Por Ariel Magnus
Edhasa
210 páginas, $ 25.000