Un puntazo en el corazón de un ingeniero por un celular «de porquería» y la foto indeleble de «papá»

Mariano Barbieri tenía 42 años. Era ingeniero civil y jugador de handball. Según su esposa, Maricel González Flores, «no era un ingeniero que pudiera comprarse un iPhone, sino un ingeniero que trabajaba para vivir bien y poder tomarse vacaciones a Brasil una vez por año».

«El resto del año era romperse el lomo. Viajaba en tren y colectivo a todos lados. Tenía un celular de hecho pedazos, un Motorola G9, con la pantalla rota, porque era muy bruto, siempre se le caía y nunca se la hizo arreglar para no gastar al pepe», reconstruye la mujer.

Por ese teléfono «de porquería» lo mataron a eso de las 22.40 del 30 de agosto de 2023 en la Plaza Sicilia, en los Bosques de Palermo. Hasta allí había ido a hacer una meditación de la luna llena, desde el departamento de un amigo.

Sus últimos momentos con vida quedaron registrados por las cámaras de seguridad de la heladería de la esquina de avenida Del Libertador y calle Lafinur, donde rogó ayuda («No me quiero morir«, alcanzó a decir) y se desplomó. Murió en el quirófano del Hospital Fernández.

El hombre que lo apuñaló en el corazón con un cuchillo tramontina de 20 centímetros fue el cartonero Isaías José Suárez (31), quien cayó luego de que alardeara de lo que había hecho en la villa 31, de Retiro. «Lo fui a robar, se me paró de manos y le di un puntazo«, les dijo.

Tenía seis condenas previas por robo y violencia de género. Este jueves dictarán el veredicto en el juicio a cargo del Tribunal Oral el Criminal (TOC) N° 11, en la Ciudad de Buenos Aires.

Mariano había sido papá dos meses y medio antes. Ahora Luca tiene dos años y tres meses. Su mamá, de 39, es abogada y radióloga. Nunca pudo ejercer de lo primero.

«Jamás, ni en mis peores pesadillas, imaginé que, después de recibida, el primer juicio que iba a a presenciar iba a ser por el asesinato de mi marido», le dice la mujer a Clarín, horas antes de conocerse la sentencia.

Maricel es de Bella Vista (San Miguel) y se recibió de abogada en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) en 2022, con un promedio de 8,75. También es Licenciada en Producción de Bioimágenes (radióloga, estudió en la UBA), un trabajo que desempeña en una clínica de Zona Norte. Vivían en Beccar (San Isidro).

Todavía le sigue dando vueltas por la cabeza cómo decirle la verdad a su hijo «cuando él pueda comprender».

«Yo lógicamente tuve que seguir trabajando, porque ahora todos los gastos cotidianos dependen solamente de mí para poder salir adelante con mi bebé. Yo me había recibido embarazada de abogada y es algo que no pude ejercer aún, ya que nos cambió la vida rotundamente«, señala.

Añada que tuvo que continuar su mi antiguo trabajo «porque ahora lo primordial es mantener una estabilidad y un ingreso mensual para costear todo lo que conlleva una vida con un bebé, desde pañales hasta impuestos, que no se puede tener cuando recién empezás a trabajar de lo que te recibiste, lamentablemente».

«Como muchas madres solteras en este país en la misma situación, tengo que salir muy temprano a la mañana y volver por la tarde, dejar a mi bebé al cuidado de su abuela para que no le falte nada, porque depende única y absolutamente del sueldo que yo ingreso», resalta.

Y marca que «a diferencia de otras situaciones de mamás solteras, esta no fue una elección de sus padres, sino que otra persona decidió terminar con la vida de un hombre trabajador, feliz, buen compañero y buen padre».

Maricel presenció las audiencias a pesar del temor. «La verdad que se te cruzan millones de cosas por la cabeza, tenía muchísimo miedo de ir, creo que a la primera audiencia no fui porque sentí que no iba a a poder soportarlo», confiesa.

«Creí que el juicio se resolvería en un mes y llevamos cuatro meses, fue una larga y lenta tortura, revivir cada semana el dolor en el pecho y saber que por más sentencia que haya nada va a devolverme a mi amor y a mi hijo devolverle su papi para que lo vea jugar, y aprender cada día cosas nuevas», se lamenta.

El cartonero, para quien el fiscal general Nicolás Amelotti solicitó la pena de prisión perpetua, le clavó la vista más de una vez durante el debate: «El asesino nos miró… nos miró muchas veces y sostenía su mirada… nunca nos dijo nada, tampoco tuvo la oportunidad, pero sí muchas veces nos mantuvo la mirada tanto a mí como a otros miembros de nuestra familia».

Entre ellos, el papá y el hermano de la víctima, Carlos y Fernando.

Para Maricel, no cabe otra pena que la perpetua. «De la sentencia espero que se haga justicia, acá en la tierra… una justicia que no va a remediar nuestro dolor, una justicia que no nos va a devolver a Mariano».

«Pero al menos que mi hijo sepa que se peleó fuerte para encontrar un poco de justicia, un poco de alivio, una respuesta y que esta persona no pueda robar, matar ni delinquir nunca más por el resto de su vida y que al fin Mariano pueda descansar en paz. Y que mi hijo crezca con un poco de esperanza que el que las hace las paga y que, entre todo lo malo, confíe un poco en la justicia de este país», se consuela.

La mujer recibió durante todo este tiempo «el apoyo incondicional e imprescindible» de su familia, de sus papás, de su hermana, incluso «en días en que no no podía comer, bañarme ni respirar». También de la familia de Mariano.

Con su pareja le quedó pendiente el sueño más importante de sus vidas: «Criar a nuestro hijo, verlo crecer y acompañarlo en su camino, poder disfrutar los tres como esos escasos dos meses».

En su casa hay varios portarretratos con fotos de Mariano. Ella se los muestra a Lucas, o sus fotos en el celular. «¿Quién es este?«, le pregunta. Y él, responde, feliz: «!Papáaaaaa!». Ese papá que, según sostiene Maricel, «lo va a acompañar siempre, desde una estrella».

EMJ